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El interior de la Cúpula de Brunelleschi

La cúpula de Brunelleschi, con su cubierta de tejas rojas y la nervadura blanca de mármol como contraste, es una de las obras arquitectónicas más características de Florencia. Admirada y conocida por su aspecto exterior, es en realidad una obra maestra de la arquitectura que resulta igualmente maravillosa vista desde el interior. Al final de su construcción, Brunelleschi había dejado el interior de la cúpula blanco, listo para recibir la decoración que tarde o temprano habría tenido lugar, muy probablemente con mosaico, como había sido la del Baptisterio.
Sin embargo los florentinos tuvieron que esperar hasta el 1572, más de un siglo, para que iniciaran las obras, tal vez precisamente porque una decoración en mosaico suscitaba dudas sobre la capacidad de la estructura de soportar el peso de las placas. Así que se optó por abandonar la idea del mosaico y realizar una decoración pictórica.
El granduque Cosimo I, le encargó la obra a su pintor de confianza de la corte, el entonces anciano Giorgio Vasari, que hizo el proyecto junto a Vincenzo Borghini, un programa iconológico digno de esa comisión titánica.
El tema central tenía que ser el Juicio Final, haciendo eco al del Baptisterio, siguiendo el dictamen del Consejo de Trento. La figura del Cristo Juez, rodeada de un tribunal compuesto por numerosas alegorías y una infinidad de santos, benditos, condenados, ángeles, demonios y profetas, organizados de acuerdo a un sentido de lectura tanto vertical como horizontal.
No fue fácil para el viejo maestro subir a 90 metros de altura y pintar al fresco los veinticuatro Ancianos del Apocalipsis, que se asoman por las tribunas a la base de la cúpula. Aún así, logró completarlos antes de su muerte que tuvo lugar en 1574 y siguió poco después la de quien le había encargado la obra, Cosimo I.
Cuando subió al trono Francesco I, cambió la suerte de la decoración que había sido proyectada por Vasari, y le fue entonces comisionada a Federico Zuccari. Artista muy célebre pero un extraño para la cultura y el gusto florentino, su intervención trajo un cambio de estilo menos marcado de la influencia de Miguel Ángel y más da la de Rafael de matriz romana. Además, para agilizar los trabajos, decidió abandonar la técnica del fresco y prefirió la pintura en seco con tempera. De este modo logró terminar el trabajo en solo 3 años, un resultado increíble para un encargo de ese nivel.
En el ciclo pictórico de más de 3.600 metros cuadrados, hay más de 700 figuras pintadas de las cuales 248 ángeles, 235 almas, 102 personajes religiosos, 21 personificaciones, 35 condenados, 13 retratos de amigos familiares y reinantes, 14 monstruos, 23 niños y 12 animales. Entre todos destaca el gran Lucifer, con 8 metros y medio de altura.
Federico Zuccari fue un personaje particular y ciertamente un artista orgulloso, no sorprende que al final de los trabajos, orgulloso de su obra, se haya auto premiado con una medalla que hoy se conserva en el Bargello. Pero no todos pensaban como él, y cuando se develó la decoración suscitó bastantes críticas entre los florentinos, tanto, que se sugirió que se pintara todo de nuevo.
Por suerte no se intervino en este sentido, porque el ciclo pictórico, fruto de años de trabajo por parte de Vasari y de Zuccari, permanece hoy en día como una de las grandes obras maestras florentinas.

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